20080118

ESTANCIA “ESPAÑOLA” DE MARKAPAMPA

Una crónica inédita del valle de San Cristóbal
ESTANCIA “ESPAÑOLA” DE MARKAPAMPA

1.- Rastros Históricos
La antigua “estancia” de Markapampa guarda dentro de sus entrañas una herencia histórica prodigiosa que impaciente aguarda a los estudiosos, su interesa por la recuperación de éste importante retazo de la cultura moqueguana que yace sepultada por la calcinante ceniza y piedras pómes del siniestrado volcán Huaynaputina.
Lamentablemente, en los anales de la historia moqueguana no se encuentra registrada con certeza los antecedentes del surgimiento y la evolución de los aborígenes de esta parte del departamento, por lo que nos limitamos a plasmar las informaciones recopiladas sobre la agitada actividad social pasada de esa gente que eventualmente fue posesionaria del valle de San Cristóbal.
Para hacer nuestro, el misterio de Markapampa y encontrar el camino para ingresar al fascinante mundo del legajo histórico aún desconocido, se requiere del concurso de estudiosos entendidos en la materia, porque los vestigios dejados por las etnias que habitaron dicho lugar, conducen hacia la pradera española precedida por una larga evolución social de los pukinas, uros y aymaras.

2.- Markapampa… cuento o realidad?
Se ha venido transmitiendo de generación en generación, un pasaje histórico de carácter novelezco, referente a la existencia de una antigua aldea habitada por los “mistis” provenientes de la península europea, la cual habría sido sepultada con la erupción del volcán Huaynaputina el 15 de febrero de 1,600, hecho que es rememorado con mucha nostalgia por los ancestros de Putina y Calacoa, como el “juicio” de San Cristóbal.
La estancia de los blancos que presumiblemente tuvo su florecimiento hasta la erupción el volcán Huaynaputina, era conocido por los naturales de la zona como Markapampa, porque allí estaban asentados los “wiracochas” y sus camayos, el mismo que no pudo ser desaparecido por el suceso espeluznante de la época, pues habían vestigios y huellas increíblemente impregnadas hasta hace pocos años, que no pudieron ser doblegados con el correr del tiempo, ni con el paso inmisericorde de los fenómenos naturales.
Los rastros que dejaron los Uro-pukinas conocidos como “gentiles”, se pueden verificar con la cantidad de utensilios cerámicos (huacos) y restos óseos e incluso trabajo de piedra y plata, sigilosamente guardado bajo tierra antes de marcharse sabe Dios hacia dónde. Más bien se hace difícil alcanzar el paso de los “mistis”, cuya huella parece haberse perdido totalmente bajo los escombros de la tempestad volcánica.
Sin embargo, los indígenas de antaño se resisten en olvidar los vestigios de construcciones y la Iglesia derrumbada que hasta hace pocos años era perceptible en el lugar denominado Markapampa, convertido en mudo testigo de la existencia del valle de San Cristóbal, cuyos “propietarios” poseyeron la campiña hasta el 15 de noviembre del año 1,906, fecha en que la familia Perez-Medina transfiere el terreno en calidad de venta a las comunidades de Calacoa y Putina. (Próxima edición: compra del valle de San Cristóbal).

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